Carreras, luces,alborotos,
abanicos de colores,miles de fotos.
Ropa de fiesta, tacones rotos.
Con la sonrisa puesta
relaciones con los otros.
Y, de puestas para adentro,
que pocos, pero que pocos,
celebran día y noche
no tener más días
que disfrutar como locos.
El cansancio y la desidia,
regalo de cada día,
aplastando miradas
y rompiendo caricias.
Alegría de vivir enterrada
bajo el impune deseo
de mejorar la vida.
Intentando gozar lo bueno
del momento,
se pasan la vida esperando
el final feliz del cuento.
El futuro ya no tiene reglas.
El puesto de trabajo...
si un día llegas tarde,
igual no lo encuentras.
Lo que guardas en el sobre
ya no te salda las cuentas
y la que fue tu tienda favorita,
de un día para otro es:
un puesto de quinielas.
Todo tan falso como un Chanel
comprado en la acera.
Abanicos de colores
removiendo las conciencias.
Niños con una tablet,
padres reciclándose en la escuela.
Todos con la sangre
congelada en las venas.
Ya a nadie le extraña
campos acotados con cadenas,
parques con ventanas,
ni muertos de carretera.
Cada cual sobrevive
de la peor manera,
sin mirar al de al lado
con las manos en la cabeza.
abanicos de colores,miles de fotos.
Ropa de fiesta, tacones rotos.
Con la sonrisa puesta
relaciones con los otros.
Y, de puestas para adentro,
que pocos, pero que pocos,
celebran día y noche
no tener más días
que disfrutar como locos.
El cansancio y la desidia,
regalo de cada día,
aplastando miradas
y rompiendo caricias.
Alegría de vivir enterrada
bajo el impune deseo
de mejorar la vida.
Intentando gozar lo bueno
del momento,
se pasan la vida esperando
el final feliz del cuento.
El futuro ya no tiene reglas.
El puesto de trabajo...
si un día llegas tarde,
igual no lo encuentras.
Lo que guardas en el sobre
ya no te salda las cuentas
y la que fue tu tienda favorita,
de un día para otro es:
un puesto de quinielas.
Todo tan falso como un Chanel
comprado en la acera.
Abanicos de colores
removiendo las conciencias.
Niños con una tablet,
padres reciclándose en la escuela.
Todos con la sangre
congelada en las venas.
Ya a nadie le extraña
campos acotados con cadenas,
parques con ventanas,
ni muertos de carretera.
Cada cual sobrevive
de la peor manera,
sin mirar al de al lado
con las manos en la cabeza.