Algun día tuvo que ser
que se abriera esa flor.
En el rincón más oscuro
de aquel viejo jardín,
escondida tras un inmenso arbusto
esperaba la flor el fin.
Y en un dia sin fecha,
sin esperarlo ni quererlo,
entró el sol arropado con lluvia y viento.
Apartando arbustos, calentando adentros.
Abrio la flor sus pétalos
y el sol se quedó quieto,
hechizando y hechizados
por la belleza del momento.
Y en ese esperado encuentro
desaparecio el jardín.
Quedaron la flor y el sol
en un reflejo sin fin.