La verdad es que a ella se le dan fantásticamente bien hacer estas dulzuras.
Nos pasamos la tarde charlando entre harina, huevos y azúcar con mi toque especial de canela ( que me chifla).
El olor que había en la casa traía recuerdos de infancia, cuando iba con mi madre y mi tía al horno para cocer nuestras magdalenas.
Ahora tengo la cocina llena de estas maravillosas cositas dulces que me llaman y me provocan como cuando era niña, el problema es que me han tomado por sorpresa en medio de la dieta Atkins que no me deja ni acercarme al azúcar.
La casa entera huele a azúcar tostada y canela con suave olor a limón y no crean que hicimos pocas, tengo lleno el congelador.
Con los ojos de una niña golosa se me encoje el corazón y las miro a escondidas con todo mi dolor.
quién me mandaría a mí hacer esto después de salir del dentista para hacerme una extracción.
Fue una tarde de risas entre fogones y el ordenador y la invité a mis albóndigas con cerveza para pagarle el favor.
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