Ser mujer es tan grande que muchas veces nos perdemos por las rendijas de las fronteras entre lo que nos nace sentir, lo que creemos que debe ser y lo que nos enseñaron que tenía que ser.
Y es tan perfecta la sabiduría, la presencia o el amor de una madre como el de una hija. Tan digna la dedicación de una religiosa como la de una puta.Igual de imponente la inocencia de una niña que la experiencia de una abuela. Tan loable la fuerza controlada como la debilidad sin control.Igual de grande la ternura a la intransigencia de la carcelera y la encarcelada, de la oprimida y la opresora . Tan inmensa cuando es dócil como salvaje en la cama . Tan buscada como encontrada cuando se ruboriza o se enfurece. Y hay tanta belleza en las arrugas como en la tersa juventud.
Nos arrastran a unas y otras al miedo por lo que no conocemos, lo que no somos o no parecemos, enfrentandonos a espejos para confundirnos y alejarnos de lo que realmente experimentamos en cada momento, alejando el reconocimiento interior en el ahora.
Cada una de nosotras tenemos la llave y el poder de ser todas y por lo tanto de comprender a todas y eso es ser UNA.
UNA llena y plena, sin miedos y con fuerza para amar con pasión, para llorar, para luchar y regocijarnos solas y en compañía.
UNA para comprender el odio, el dolor, el sufrimiento o el amor ciego y todas sus justificaciones.
UNA para cuidar, mimar, educar, excusar, olvidar y recordar lo posible y lo imposible.
UNA MUJER es una amalgama
de todas y debe estar conscientemente orgullosa de
que puede y debe ser cada una ellas en algún momento de su vida sin avergonzarse de ello, unas veces con valentía, otras con fuerza, siempre con la convicción de que es lo mejor y con la alegría de llenarse y llenarlo todo de amor.