Lolita, ¡que amor!.
Lola no era mucho mayor que nosotros, ella vivía en casa.
Nos llevaba al cole, comía con nosotros y dormía en mi cama, como dos hermanas.
Ella nos cuidaba como una hermana mayor y cuando estábamos en el cole,
ayudaba a mi madre con el trabajo del restaurante.
Cuando mi madre se descuidaba , ella me hacía trenzas, a mi me encantaba
pero poco rato que tardaba mi madre en decirle que me las quitara.
-¡Oh!ya nos ha vuelto a pillar.
Y se acabó la diversión.
Nos reíamos muchísimo cuando eramos pequeñas y después se fue a su casa
porque su madre se puso enferma.
Durante años ella siempre vino a casa a trabajar y echar una mano cuando mi madre estaba enferma o cuando le hacía falta.
Ahora cuando nos encontramos seguimos riendo como antes de todo, la complicidad es inmensa y aunque nos vemos poco sigue siendo Lolita para nosotros.
Todavía recuerdo el día que casi se ahoga con los melocotones en almíbar,
nunca he visto a mi madre tan atacada a los nervios, ella también era su niña.
Ahora la echa muchas veces de menos.
Lola al igual que nosotros ha crecido, ahora es abuela y sigue trabajando como una leona. Quien la tuviera más cerca para tomar cafe negro con risas.
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